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UN REPASO POR LA HISTORIA DE MEDELLÍN

El territorio que actualmente habitamos dos millones y medio de personas, sin contar los municipios del área metropolitana, de clima agradable, geografía montañosa, es la ciudad de Medellín. Alcanzó este mes la cifra de cuatrocientos cuatro años de existencia desde su fundación en el siglo XVI.


Los grandes acontecimientos no han sido ajenos a todos estos años de vida que tiene en su haber la ciudad de la eterna primavera. El nombre de la ciudad, proviene de una región de España llamada también Medellín (por cierto, allá nació Hernán Cortés), la cual a su vez fue fundada y obtuvo su nombre de los romanos.


Al momento de la llegada de los españoles el 24 de agosto de 1541 (tan solo 49 años después de la primera visita de Colón a América), el Valle del Aburrá, estaba habitado por etnias nativas entre las cuales estaban: Aburraes (a estos se debe el nombre del valle donde está ubicada la ciudad), Yamesíes, Peques, Ebéjicos, Noriscos y Maníes, estas comunidades estaban desde hace varios siglos ocupando el territorio. Tenían grandes cultivos de maíz y frijol, conocían la orfebrería, practicaban el arte del tejido y comerciaban sal.


El primer grupo de españoles que llegó, estaba liderado por Jerónimo Luis Tejelo, un capitán que estaba bajo las órdenes del mariscal Jorge Robledo, los ibéricos, nombraron al territorio, en un principio, Valle de San Bartolomé o de Los Alcázares. Un grupo de nativos, por su parte, mostró resistencia hacia estas personas extrañas para ellos. Muchos aborígenes del valle prefirieron huir o suicidarse, antes que la esclavitud.


El 2 de marzo de 1616, Francisco de Herrera Campuzano, un oidor (juez) de la corona española, fundó una población a la cual llamó San Lorenzo de Aburrá en el actual parque del barrio El Poblado. La comunidad estaba compuesta de trescientos nativos y unos pocos españoles. Este pequeño asentamiento se convertiría posteriormente en la ciudad de Medellín. Desde 1670 los habitantes pidieron a la Real Audiencia (órgano supremo de justicia de la corona española) el título de villa para su población, algo que no agradó para nada a la ciudad de Santa Fe de Antioquia (la única del departamento en ese momento).

Finalmente, Mariana de Austria, viuda de Felipe IV, en nombre de su hijo Carlos II, otorgó el título de villa a esta población, ahora se llamaba Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín.


Un siglo después, en 1783, se abrieron nuevas calles por orden de Francisco Silvestre y Sánchez, quien fue gobernador de la Provincia de Antioquia. En 1786, el Oidor Juan Antonio Mon y Velarde hizo numerar las casas, que eran 242 de un piso y 29 de balcón, y marcar las calles con los nombres de San Francisco, San
Lorenzo, La Amargura (hoy calle Ayacucho), El Prado, entre otros. Mon y Velarde, también dictó medidas sobre saneamiento, mejora del comercio y sistemas administrativos, dotó a la villa de agua corriente, creó colonias agrícolas y estimuló la minería. Estas medidas levantaron el ánimo de los habitantes.


En el siglo XIX, en los tiempos de la emancipación, Juan del Corral, le otorgó a la villa el título de ciudad, hasta entonces solo dos regiones del Departamento poseían este privilegio: Rionegro y Santa Fe de Antioquia. En 1826 fue nombrada capital del Departamento de Antioquia.


El desarrollo de la ciudad durante el siglo XIX fue paulatino. A comienzos del siglo XX la ciudad experimentó un aumento considerable de pobladores y se consolidó como un centro de comercio y desarrollo en el Departamento. A mediados del siglo XX la ciudad comenzó a esparcirse sobre las laderas de las montañas circundantes y muchas edificaciones antiguas del centro de la capital antioqueña fueron
demolidas para dar paso a edificios destinados a servir como oficinas y viviendas.


En la década de 1970 luego de haber tenido un crecimiento económico ininterrumpido por ciento cincuenta años, la ciudad comenzó a experimentar un alza en la tasa de desempleo e inseguridad, tanto así, que Medellín fue la ciudad con más desempleo en Colombia. Es en este momento donde el contrabando y el
narcotráfico aparecen como una tentadora alternativa a la falta de posibilidades del mercado legal.


En 1976 fue fundado el cartel de Medellín, el cual, a mediados de la década de los ochenta tras el anuncio del Presidente de ese entonces, Belisario Betancur, de permitir la extradición de colombianos a Estados Unidos, inició una violenta y sanguinaria campaña para desestabilizar al Estado y obligarlo a dar el
brazo a torcer.


En los años ochenta y parte de los noventa, Medellín, padeció la sanguinaria lucha entre los criminales y el gobierno, aquella época estuvo marcada por la violencia, el narcotráfico y el surgimiento de bandas criminales en las comunas de la ciudad. La situación se agravó tanto que Medellín, en el año 1991, fue
catalogada la ciudad más peligrosa del mundo.


El miedo reinaba sobre la sociedad medellinense, algo tan común como reunirse en una esquina a departir con los amigos podía significar la muerte. Las cifras de asesinatos que alcanzó la ciudad por aquellos años, no ha sido superada aún (y esperemos que nunca en ningún lugar del mundo se supere). En 1991 el promedio de asesinatos era dieciocho por día, 6.810 personas fueron asesinadas en Medellín ese año.


La muerte de Pablo Escobar el 3 de diciembre de 1993, significó la disolución del cartel de Medellín, pero no de la violencia que este trajo consigo, esta continuó imperante en la ciudad, aunque ya no con la misma intensidad.

 

Medellín, lo queramos o no, carga (y probablemente por muchos años más cargará) con el estigma de la violencia a cuestas. No todo es negativo, los gobiernos locales de la última década, han implementado muchos planes de inclusión social que van desde grandes obras de infraestructura como los parques
biblioteca, las UVA (unidades de vida articulada), hasta instituciones que promueven el desarrollo del deporte y la cultura como el Inder y la red de escuelas de música de Medellín y sistemas de transporte como el metro y el metrocable.


Además, la ciudad ha recibido el don divino de la resiliencia, actualmente el panorama de la ciudad es mucho más alentador, se alcanza a vislumbrar un horizonte de esperanza. Las nuevas generaciones, aspiran lograr sus metas, alcanzar sus sueños sin necesidad de recurrir al método del “dinero fácil” y sin repetir aquella tormentosa historia de sangre, violencia e ilegalidad.


A pesar de estos grandes contrastes, a pesar de sus épocas oscuras, este valle rodeado por montañas es el lugar en el cual el Padre Eterno resolvió que naciéramos, no importa cuán oscuro se torne el horizonte, siempre estará el poderoso brillo de la esperanza para disipar las tinieblas y el don hermoso de la resiliencia, para sobreponerse a las adversidades, para perdonar.


¡Que el Padre Celestial bendiga a Medellín, nuestro hogar!

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Johan Tobón

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